martes, 11 de marzo de 2008

Día 2 - Every little thing´s gonna be alright...



Martín es un argentino de unos treinta y pico, barba candado con algunas canas y arito en el lóbulo de la oreja izquierda. Vive en Brasil desde el año ´95, y en Rosa desde el 2000. Su casa está en el primer piso de la posada. Separado desde hace un año, administra solo a Solar Native, actividad que antes realizaba junto a su esposa.En la posada también hay otras personas del staff: Víctor, un peruano de 24 años que limpia la pileta y ayuda en el desayuno a Ana, la mujer que todos los días nos prepara el "Café da Manhá".Con S. dudabamos de la sexualidad de Víctor y pensabamos que era pareja de Martín. Excelente idea para una telenovela brasileña, "Amor na pousada" se llamaría, con Arnaldo André (?).Después del desayuno fuimos a la playa. En el camino decidimos comprar agua y galletitas para comer en la merienda con el mate. Después de pagarle a la cajera los R$3,40, ella nos preguntó algo:-Cajera: "¿Voçe quere sacola?"-Nos:"¿?...(silencio)"-Cajera: "Sacola e bolsa"-Nos: "¡Ahhhh!"Más tarde nos íbamos a enterar de que no eramos los únicos que no hablaban cuando no entendían algo.Para acceder a la playa caminamos alrededor de 1300 mts desde la posada; subimos y bajamos un morro, nos metimos en la vegetación y cruzamos un pequeño lago. Después de todo eso aparece la playa. "Tarda en llegar y al final hay recompensa..." canta Cerati. La playa es hermosa; los morros la custodian. No se encuentra gran cantidad de gente y tiene una particularidad: de un extremo de la misma están los surfistas, mientras que del otro hay un parador como los de las playas argentinas.Nosotros pasamos el día en el medio de la playa, sin nada más para mencionar, sólo descansando la mente.

Viaje - Día 1: "Ese es el ruido del avión arrancando, ese es el ruido de la turbina fallando..."


Destino: Praia do Rosa y Florianópolis, Santa Catarina, BrasilPartida: 26 de enero de 2008Regreso: 03 de febrero de 2008Después de haberla esperado 45 minutos en el aeropuerto, apareció con su bolso plastificado. Ya había hecho la cola del check-in y la esperaba junto a M., un inspector de Migraciones amigo mío. Gracias a él evitamos la cola de la aerolínea y la del puesto migratorio (Porteño soy).Subimos al avión, asientos 6B y 6C (dos hileras de cada lado de tres pasajeros cada una). Nos tocó pasillo y asiento del medio. El lugar de la ventanilla pertenecía a una brasileña que estuvo de vacaciones en Argentina.Según pude ver cuando llenaba su tarjeta para hacer Migraciones en Brasil, se llamaba Luana, nuestra primera amiga de viaje. Look hippón para ella: pantalón verde de gabardina (made in Bond Street), remera, vincha, all-stars y piercing en la nariz.Después de contarnos que estuvo en El Calafate y otros parajes del Sur, mencionó como le robaron una caja de alfajores Havanna en el colectivo, que igual no le importó ("eran alfajores, ¡idiotas!) y que volvió en la cabina del piloto en el viaje de Bariloche a Buenos Aires.Mis primeras palabras en portugués, más allá del famoso "obrigado", o del "hasta quinta feira si deus quiseira" de Xuxa o de Carmen Yazalde en lo de Susana, fueron queijo (queso) y "yi" nada (de nada, no sé escribirlo correctamente).Al principio tenía cierto rechazo hacia Luana y S. hablaba con ella como si la conociera de toda la vida. Creo que estaba psicopateando sin sentido (androide). Su onda me parecía muy fumona y pensaba "a ver si esta mina quiere deshacerse de lo que le queda y nos lo tira a nosotros y nos arma quilombo".Llegamos a Sao Paulo, donde hacíamos escala para hacer la conexión con Florianópolis. Apenas bajamos nos recibe una empleada de Gol:-Empleada de Gol: "Bon día (...)" -y todo un choclazo inentendible--Nosotros: ".........¿?"-Empleada de Gol:"¿Free Shop?"-S.(dirigiéndose a mí): "¿Qué hacemos?"-H.: "No, no... ¿qué dijo?"Al terminar nuestra jugosa conversación, entendimos que teníamos que tomar el equipaje y si queríamos ir al free shop. Lo hicimos y nos sorprendimos de lo grande que era la tienda. Hasta ahora el más grande que conozco, aunque sólo conozco el de Buquebús y el de la Terminal B de Ezeiza.S. se probó unos anteojos blancos de Gucci, que le quedaban muy bien.-S.: "Mirá, salen $242."-H.: "Uh, carísimo."
-S.: "Sí sí, pero ¡pesos!"-H.: "..., ay, free shop, dólares, $ signo internacional del dinero, ¿te dice algo?"-S.: "Yo voy a preguntar."Obviamente la confirmación fue que el precio efectivamente era en dólares. Recorrimos un poco e hicimos tiempo ya debíamos esperar dos horas para la conexión.En Florianópolis nos esperaba el remisero que nos llevaría a nuestro destino final, Praia do Rosa. El "transportador" vestía bermudas, mocasines y remera naranja. Físicamente tenía un parecido a "Don Ramón", el personaje de "El Chavo", con idéntico bigote, y la voz del "Coco" Basile con acento brasileño. Tenía un cartel que decía más o menos así: "SOLETA KIN TA NI, SOLEDANI QUINTA."En una hora recorrimos los 96 kilómetros que separan al Aeropuerto de Rosa. Ahora que me doy cuenta nunca le preguntamos el nombre a nuestro chofer, debió ser por el cansancio.En la posada Solar Native nos recibió Martín, el dueño, quien nos llevó hasta nuestra casa por las próximas cinco noches, la habitación número 1.