miércoles, 3 de octubre de 2007

Gobernando la Lengua

Insólita medida oficial
Buscando más eficacia, prohibió los gerundios

El gobernador de Brasilia cree que así agilizará los trámites

Miércoles 3 de octubre de 2007 Publicado en la Edición impresa del diario La Nación

SAN PABLO.– “Vamos a estar verificando su tema y a la brevedad lo estaremos llamando.” Los que viven en Brasil ya oyeron y padecieron frases como ésa miles de veces de parte de empleados del Estado, recepcionistas o telefonistas de servicios públicos. Es un mal que atacó al portugués (como al español) en los últimos años y tiene nombre: gerundismo.
Dispuesto a erradicar el problema, el gobernador de Brasilia, José Roberto Arruda, emitió un decreto terminante y... llamativo: desde ahora, ningún empleado público del distrito federal podrá usar el gerundio “como disculpa para la falta de eficiencia”.
Muchos piensan que se le fue la mano. Como dijo Domicio Proença, de la Academia Brasileña de Letras, “lo negativo es el gerundismo, no el gerundio”. Enilde Faulstch, profesora de lengua portuguesa de la Universidad de Brasilia, llegó a la conclusión de que el gobernador “confundió gerundio con gerundismo”, porque el gerundio “es una estructura del idioma y existe desde siempre”. Sería equivalente a querer prohibir en español el uso del "de que" para combatir el "dequeísmo".
El decreto debería haber especificado que lo que no se puede usar es el gerundio en el futuro. "Estaremos analizando el caso y le vamos a estar comunicando la definición." Una acción que va a ser realizada en forma continua (algo imposible), con una fecha y una duración indefinida.
El uso del "gerundismo" delata inmediatamente a quien tiene el vicio de maltratar el idioma. Identifica a quien quiere hablar de forma pomposa y para eso hace mal uso de la gramática. "Vamos a estar llamándolo", en la cabeza el empleado público o de alguna empresa que intenta vender algo, es más "elegante" que "lo vamos a llamar".
Entre personas medianamente educadas, el "gerundismo" es motivo de chiste. Hay quienes contraatacan al empleado del otro lado del teléfono con respuestas como "voy a estar estudiando su propuesta y estaré entrando en contacto". Del otro lado, la persona que ya fue contagiada por el gerundismo, no percibe la ironía.
No se sabe aún cuál va a ser el castigo para quien atente contra el idioma de Machado de Assis con el "gerundismo". Antes mismo del decreto de Arruda, muchas personas dejaron de usar el gerundio hasta en situaciones en que es correcto, apenas por miedo a que suene parecido con "gerundismo".
Otra decisión polémica
El portugués, lengua hablada por 200 millones de personas -en Brasil, Portugal, Angola, Cabo Verde, Guinea Bissau, Guiné Equatorial, Macao, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental-, suele ser tema de discusión. Años atrás, el diputado Aldo Rebelo (Partido Comunista, aliado al gobierno) intentó aprobar un proyecto para multar a quien usara palabras en inglés en carteles o propagandas.
Fue motivo de risa.
A veces, se lo quiere simplificar -tiene varios tipos de acentos, cedillas, guiones y conjugaciones irregulares complejas-. Y a veces, al menos, unificarlo para que los libros puedan ser escritos en un único portugués, y no una versión para el país de Fernando Pessoa y otra para el de Jorge Amado.
El gobernador Arruda, ingeniero electricista y miembro del partido conservador Demócratas, puede haber sido tomado por un rapto de irritación al escuchar hablar a alguien que padecía el mal del "gerundismo", como le ocurre a todo el mundo algunas veces a la semana.
Pero su decreto tiene una implementación difícil, porque, como dijo la lingüista Wania de Aragao, profesora de la Universidad de Brasilia, "siempre que se intenta legislar sobre el idioma resulta un desastre; la lengua es de los usuarios".
Arruda comentó desde Washington, donde está en visita oficial, que su intención era dar "un recado simpático contra la ineficiencia". Pero la ineficiencia de los servicios públicos brasileños va mucho más allá de la gramática.
Un dato curioso: José Roberto Arruda perdió en 2000 su puesto de senador. Tuvo que renunciar al ser descubierto que había violado el panel de votación secreta del Senado, porque quería saber cómo había votado cada colega en la destitución de otro legislador.
Ahora para Paulo César Avila, el presidente del Tribunal de Cuentas del Distrito Federal, la norma dictada por el gobernador puede "superar los límites de la legalidad". Una campaña educativa habría sido más útil.
Por Luis Esnal Corresponsal en Brasil

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